Con sólo 25 años uno de los hijos del presidente Luis Arce Catacora se convirtió en millonario. ¿Cuál el secreto del hijo del presidente?
Hoy, 20 de mayo, es primicia este reportaje: «Las tierras del hijo del presidente». Recién lo publicó CONNECTAS, un medio internacional de periodismo que trabajó junto a un equipo de periodistas bolivianos en terreno. Publicó una investigación que ya olía a corrupción, pero que hasta ahora era un secreto a voces: el hijo menor del presidente, Rafael Ernesto Arce Mosqueira, con apenas 28 años, es propietario de una gigantesca hacienda en el departamento de Santa Cruz. Según el reportaje, a sus 25 años compró, cerca del municipio El Torno, 2.187 hectáreas de tierra —una superficie equivalente a 2.900 canchas del Monumental en Argentina—, pagando 3,3 millones de dólares. ¡3,3 millones de dólares! Ahora CONNECTAS tiene lo que nadie había mostrado, ni siquiera el diputado Héctor Arce: documentos oficiales.
¿Pero de dónde salió esa plata?
Según el reportaje, el jovencito Arce habría adelantado un pago de 280.000 dólares a los antiguos propietarios, y luego accedió —supuestamente— a un crédito de tres millones de dólares para completar la compra del predio “Adán y Eva”. Sin embargo, la propiedad figura a nombre de Rafael, no del banco, ni como hipotecada ni como garantía del crédito.
Y esto no termina ahí, al contrario, mientras más avanzas en la lectura, más bronca te da. Resulta que al pequeño Arce le estorbaba el bosque en sus tierras, porque ya estaba pensando destinarlas a proyectos de agronegocio. Así que decidió desmontar casi la mitad del terreno, sin respetar la famosa pausa ambiental que su propio padre había establecido con el DS 5225, tras la quema de más de 12 millones de hectáreas el 2024 y a nivel nacional, momento en el que el predio de Rafael ardía para posteriores monocultivos.
¿Y la ABT? Bien, gracias. No reportó los incendios ni sancionó a los responsables. Pero eso no es todo. Esta institución, que debería velar por el cumplimiento del Plan de Uso de Suelos (PLUS), ni siquiera se tomó la molestia de fiscalizar las modificaciones al Plan de Ordenamiento Predial (POP) del predio “Adán y Eva”, modificaciones que permitían quemar más bosque del permitido. No solo miraron a otro lado: autorizaron los cambios sin chistar y en tiempo récord. Cuatro días hábiles. Cuatro. Cuando normalmente estos trámites demoran alrededor de un mes. Así, sin vergüenza, habilitaron el terreno para que se convirtiera en otro campo más de soya y maíz.
La ABT, que se supone debería regular el desmonte y no promoverlo, hizo exactamente lo contrario. A pesar de que en el 2017 reconoció que el predio “Adán y Eva” estaba completamente sobrepuesto a zonas de Bosque de Conservación y Manejo Sostenible —donde está prohibida la agricultura comercial y el cambio de uso de suelo según el PLUS y la Ley Forestal—, igual aprobó el POP por diez años. Le dio luz verde a los antiguos dueños para desmontar casi un tercio del terreno bajo condiciones que jamás se cumplieron: los vecinos recuerdan que allí se metió maquinaria pesada para sembrar soya a lo grande. Ni la ABT ni el INRA hicieron cumplir la norma. Miraron para otro lado. Y callaron cuando se les pidió explicaciones, ya que los mismos investigadores de CONNECTAS, que buscaron equilibrar sus fuentes con la contraparte, fueron ignorados por las autoridades, e incluso por Luis Arce, al solicitar respuesta alguna sobre “Adán y Eva”.
Pero esto no termina acá tampoco. Sigue.
Fue en el 2021, cuando “Adán y Eva” pasó a manos de Rafael, con la PRUEBA MÁS IMPORTANTE DEL REPORTAJE: el documento de transferencia. Tras la renuncia de Evo Morales y su gabinete en 2019, Rafael Arce fue despedido de ENDE en 2020, bajo el argumento de haber sido favorecido en su contratación. A pesar de su breve trayectoria como funcionario público y sin un historial familiar de grandes fortunas, un año después, logró modificar el POP del predio apenas dos semanas después de la compra. Como dije, la ABT, sin hacer observaciones, le autorizó ampliar desmontes a casi mil hectáreas y eliminar áreas de protección ambiental, claro, porque el presidente era su papito y, coincidentemente, medio año después de la compra, el Gobierno APROBÓ más de 21 millones de bolivianos para construir un puente a 15 km de su propiedad, facilitando el acceso a mercados. Para los vecinos, Rafael —a quien llaman “don Rafael”— fue quien les cumplió el sueño del puente, que demoró 459 días en construirse, aunque el financiamiento vino del Estado.
Una hacienda de más de dos mil hectáreas.
Aprobación de monocultivos a gran escala.
Un puente financiado por el Estado:
Luis Arce Catacora se lo regaló todo.
¡Esto es un delito ambiental! Mientras Bolivia ardía, mientras la gente respiraba humo, los niños se intoxicaban al ir al colegio y animales se calcinaban, Rafael Arce jugaba al pequeño terrateniente con un predio que parece más regalo de cumpleaños de su papito que propiedad legal. “Adán y Eva” no es solo una finca, es un síntoma de la corrupción de este gobierno: desmontaron bosque primario y metieron monocultivos, como si el país fuera su patio trasero. Y la ABT es un simple adorno que refuerza los problemas ambientales que debería regular. Estos son delitos de legitimación de ganancias ilícitas y uso indebido de influencias.
Y mientras tanto, el presidente, que aún sueña con ser senador por La Paz, sigue en silencio. Ojalá que con esto se anule para siempre su participación en la política. Como si no supiera. Como si no fuera su hijo. Como si quemar bosques protegidos, burlar la pausa ecológica y dejar que propiedades pasen tan fácilmente a manos de su hijo no fuese un delito. Mucho socialismo de Lucho Arce, pero apenas se trata de engordar a su hijo con tierras y agronegocio, se le sale el capitalista. Esto no es negligencia, es impunidad con nombre y apellido: Rafael Ernesto Arce Mosqueira.
Fuente: Connectas